Nuestro monte Horeb

Escrito por el Teniente Darner Montilla

Este pasado fin de semana celebramos el Retiro Hispano en el Campamento Ladore. Contamos con un respaldo invaluable, tanto que los Oficiales, soldados, voluntarios e invitados que llegaron sobrepasaron la expectativa que teníamos con la asistencia, que fue aproximadamente de 250 personas.

Si tuviera que describir ese fin de semana en pocas palabras, utilizaría la ilustración que presentaron al final del día 1: esta ocasión fue un encuentro con Dios en lo que equivaldría a nuestro monte Horeb. Fue en ese monte donde algunos palparon la presencia de Dios, escucharon su mensaje y su instrucción. Esta ilustración define el fin de semana completamente por dos razones: 1) El campamento Ladore está ubicado en una elevación, una montaña y 2) La presencia de Dios fue muy tangible en ese lugar.

Me llenó de gozo ver caras conocidas y entablar nuevas amistades mientras adorábamos y celebrábamos juntos en nuestro monte Horeb. Un momento impactante fue durante la primera reunión con el Dr. Pablo Jiménez. Él nos recordó la importancia del amor y de la manera en que este va de la mano con la acción, lo que constituye un recordatorio extraordinario para nosotros acerca de nuestra identidad como salvacionistas. La reunión terminó con la congregación de rodillas, muchos con lágrimas, otros contritos y humillados, adorando al Rey y poniendo de manifiesto su amor por Dios.

El segundo día estuvo marcado por una frase clave: “Celebrar a Cristo es vivir con gozo por lo que ha hecho y seguirá haciendo”. Durante ese día, loamos a Cristo con alabanzas en la mañana, luego a través de la capacitación de los delegados en grupos pequeños (breakout sessions), un tiempo de descanso, varias actividades y compañerismo, en los que pudimos relacionarnos entre sí y disfrutar a cabalidad del momento especial. Para terminar, nuevamente tuvimos un tiempo de adoración, la exposición de la Palabra de Dios, todo ello seguido por una presentación. El comediante Jota Erre nos deleitó con su espectáculo de comedia con propósito; los delegados disfrutaron grandemente de la obra.

En la noche, al igual que en la mañana siguiente del tercer día, el Espíritu Santo hizo realidad lo que pedimos el primer día: se derramó completamente, de una manera extraordinaria. Los momentos de adoración se extendieron más de lo planeado, por lo que las personas seguían acercándose al altar llorando, orando unos por otros y reafirmando su pacto con el Señor. Este día comenzó con una celebración por lo que Dios hizo en los días anteriores y culminó con una profunda reverencia ante lo que Dios estaba haciendo activamente. Algunas personas testificaron de la grandeza de Dios mientras otras oraron espontáneamente, pero todos inclinaron sus corazones hacia el Rey de reyes.

Cuando reflexiono en el impacto de este fin de semana, pienso en tres casos: 1) El domingo, en la mañana, Dios me dio una palabra. A través de una persona desconocida Dios me dijo exactamente lo que necesitaba escuchar. 2) El domingo en la tarde, Alex —un joven adulto de la iglesia con el que hemos estado trabajando— hizo la confesión de fe nuevamente y en medio de lágrimas y arrepentimiento, reafirmó su lealtad a Dios; y 3) Las hermanas de una familia que sufrieron una gran pérdida, continuaron acudiendo al altar todos los días, recibiendo nuevamente el amor de Dios para sus vidas. De modo que aunque antes no encontraban sentido ni fuerzas para adorar, a causa de su pérdida, en este retiro pudieron desbordar su amor por Cristo en el altar y obtener renovación.

En este encuentro con Dios en nuestro Horeb, el mensaje que Dios nos da a los salvacionistas, en especial a los ministerios hispanos del Ejército de Salvación, es el siguiente: Todos estamos invitados a la gran celebración de Dios. Jóvenes y adultos, por igual, todos somos llamados a caminar con el Señor en todo momento como nos exhorta la Palabra, “Muéstrame la senda correcta, oh Señor; señálame el camino que debo seguir. Guíame con tu verdad y enséñame, porque tú eres el Dios que me salva” (Salmos 25:4-5). Como pastores, ministros y discípulos, debemos festejar e invitar a otros a esta celebración sembrando la semilla de la Palabra de Dios en todo terreno con gozo, fe y confianza en el Señor.

Dios bendiga a nuestro pueblo.