Una vida transformada

Escrito por TENIENTE RENATO SARMIENTO

Todos enfrentamos muchos desafíos en la vida, los que nos hacen crecer o nos obligan a poner a un lado nuestros sueños. No cabe duda de que los retos de la vida están diseñados para fortalecernos y reafirmarnos como personas. Nuestra actitud determina si usamos los problemas para crecer y mejorar o para rendirnos y estancarnos. Para superar los retos, debemos desarrollar una actitud que no nos permita rendirnos ante la vida sino, al contrario, superar los obstáculos de la mejor manera posible. ¿Qué podemos aprender del conflicto? En mi experiencia, he descubierto que considerar los problemas como oportunidades para crecer es la mejor manera de afrontar un reto y desarrollar un carácter más fuerte.

Mi vida se ha caracterizado por afrontar retos que me han servido para llegar a donde estoy hoy. Nací en Cuba comunista, en un hogar cristiano. Eso significa que por ser cristiano, en un país comunista, llegará el momento en el que experimentarás persecución por tus creencias. De alguna manera, intentarán destruir tu fe. En mi infancia viví la persecución y el cuestionamiento por creer en Dios. Recuerdo que mis profesores me desafiaban en lo referente a mi fe, e intentaron muchas veces convencerme de que la Biblia la escribieron hombres ignorantes y que todo lo que habían escrito en ella eran leyendas, mitos y cuentos de hadas. Recuerdo incluso que querían quitarme la tarjeta de estudiante porque asistía a la iglesia, lo que nos diferenciaba de los demás estudiantes. Intentaron crear actividades los domingos para que no fuera a la iglesia y, si iba, mis expedientes escolares reflejaban que no me comportaba según los principios comunistas. No teníamos libertad de expresión, de pensamiento ni de prensa. Se nos prohibió usar la Biblia, y el gobierno limitó severamente la entrada de Biblias del extranjero en aquellos años. Recuerdo que mi pastor fue perseguido y enviado a un campo de concentración hace muchos años, pero su ejemplo nos hizo permanecer fieles en medio de las dificultades. Creo que nuestra mejor arma era la oración y llevar un estilo de vida que demostrara que no éramos lo que el comunismo decía de nosotros.

La constitución del Estado cubano se considera atea, pero en 1992 cambió a un Estado laico. Eso significa una separación total entre la Iglesia y el Estado. Fue un cambio de nombre porque el gobierno sigue siendo ateo, materialista y humanista en su filosofía. Por un tiempo nosotros, como cristianos, fuimos fuertemente reprimidos de diferentes maneras porque el gobierno cubano decía que apoyábamos a Estados Unidos. Sufrí lo que era no tener nada porque mis padres eran cristianos. Pasé hambre y sufrí carencias hasta el punto de no tener zapatos ni ropa. Además, como cristianos se nos negaban oportunidades porque no estábamos de acuerdo con el sistema comunista. En ese entorno, crecí y luché para seguir adelante. Fueron momentos difíciles, pero Dios me ayudó a mantener mi fe bajo tanta presión.

Mi padre vino a Estados Unidos cuando yo tenía 17 años, y mi madre llegó dos años después. Así que me quedé solo con mis hermanos en Cuba. Al tiempo, mi padre se hizo ciudadano en Estados Unidos y eso le permitió reclamarme junto con mi hermano mayor y nuestras familias para venir a Estados Unidos. Fue un largo proceso de espera, siete años llenos de dificultades, hasta que tuvimos la oportunidad de salir de Cuba.

En 2016 llegué a Estados Unidos como refugiado y no hablaba inglés ni lo entendía. Mi reto entonces era aprender una nueva lengua a los 35 años para comunicarme con los demás. En el proceso, fui discriminado por aquellas personas que se burlaban de mí porque no hablaba inglés con fluidez. ¿Cuál era mi actitud? Ante este reto, me esforcé más por aprender, demostrando que no soy lo que la gente piensa de mí, sino que forjo un destino diferente con la ayuda de Dios, aceptando la dificultad como una oportunidad para crecer.

Mi primer encuentro con el Ejército de Salvación fue en junio de 2016, cuando visité el Cuerpo del Templo de Syracuse. Mi madre y mi abuela ya eran miembros desde hacía varios años. Mi abuela me contó que eligió ser soldado del Ejército de Salvación porque su marido cuando tenía 14 años (década de los 30 en Cuba), tenía a su padre muy enfermo y estuvo en los refugios del Ejército de Salvación en La Habana donde le cuidaron hasta que murió de tuberculosis. Me dijo que mi abuela siempre había estado muy agradecida por esa ayuda. En agradecimiento a la memoria de mi abuelo (fallecido en junio de 2000), mi abuela se hizo soldado del Ejército de Salvación.

Cuando llegué a Syracuse Temple Corps, en el año 2016, fui reci- bido por los capitanes Minaya. La acogida fue muy buena. Me admitieron como uno de ellos y pude experimentar, por primera vez, lo que es ser libre en un ambiente cristiano y celebrar la Navidad, un acontecimiento transformador para mí. Al principio no me sentía muy cómodo al ver a los pastores con uniformes junto a los miembros del Cuerpo, ya que eso me recordaba a la policía y al ejército de Cuba.

Sin embargo, cuando fui conociendo más sobre el Ejército de Salvación entendí que eso no tenía nada que ver con mi manera de pensar en aquel tiempo. En Cuba, de donde soy nativo, tuve la oportunidad de estudiar Teología en una institución cristiana patrocinada por una universidad de Estados Unidos que radica en Florida y, cuando obtuve mi Maestría en Estudios Bíblicos y Teológicos, me admitieron como profesor en esa casa de estudios. Esa experiencia permitió que me desempeñara como Sargento de Escuela Dominical en Syracuse, primero con los capitanes Minaya y luego con los capitanes Mendoza, desde 2017 a 2019, antes de ser enviado al Colegio de Entrenamiento para Oficiales. Serví en el Cuerpo por tres años en la enseñanza y la predicación.

Finalmente, Dios me llamó en 2019 para ser pastor; al principio estaba sorprendido. Sin embargo, mayor fue mi sorpresa cuando Dios confirmó mi llamado a ser pastor y oficial del Ejército de Salvación aquí en Estados Unidos. Así pues, mi último reto es creer. Creer que, con la ayuda de Dios, podemos seguir adelante y cumplir con el llamado a ser fieles. Creer que todo es posible con Él a nuestro lado. Dios me hizo esta promesa: “Esta es mi orden: ¡sé fuerte y valiente! No tengas miedo ni te desanimes. Porque el SEÑOR tu Dios está contigo dondequiera que vayas” (Josué 1:9). Esa ha sido la promesa que me ha sostenido toda mi vida, incluso en la transición de un país comunista anticristiano a otro en el que me acogió y me dio la libertad que nunca tuve, mi vida fue transformada e incluso hoy, por la gracia de Dios, soy ciudadano de Estados Unidos. Gloria a Dios por su fidelidad.