Nueva vida, después del otoño mortal
Escrito por GORDON SPARKS
El comediante Jim Gaffigan me hace reír y pensar cuando habla de mi estación favorita, el otoño: “La gente que ama el otoño se vuelve loca por el follaje”, comenta. Sin aliento, Gaffigan imita a los fanáticos del otoño: “El follaje… ¡pasemos al lado del follaje!”. Hace una pausa y continúa, todavía imitando, pero ahora… en un tono más pensativo, aumentando gradualmente el volumen: “Es tan hermosa la forma en que mueren las hojas… y son más bonitas justo antes de que MUEREN”. La audiencia se ríe. Yo también. Pero, además, me hace pensar. La variedad de colores en el bosque es hermosa. Sin embargo, Gaffigan tiene razón. Las hojas experimentan una transformación, de verde a amarillo, a naranja, a rojo, a morado, a marrón… porque están perdiendo clorofila. Lo que significa que están falleciendo. Las hojas se están muriendo y están vivas. ¡Impresionantes! ¡Vivas! Recorremos la carretera para ver la deslumbrante exhibición de su muerte. El mundo de la naturaleza está muriendo… ¡y es más hermoso que nunca! ¿Qué podemos aprender de esta conexión entre la belleza y la muerte?
Bueno, primero, seamos claros: ¡la muerte nunca estuvo destinada a ser parte del panorama! En la creación, Dios otorga el don de la existencia a seres distintos a él. Dios da el don de la vida. Su intención es morar con su creación (Génesis 3:8), para que el cielo y la tierra se unan. Él quiere tener una relación especial con los huma- nos —tú y yo—, por lo que nos honra con el privilegio de portar su imagen y, a la vez, cuidar la naturaleza y la cultura de su buen mundo (Génesis 1:26-31; Génesis 2:15). Como parte de esa responsabilidad, Diosnos da el poder de elegir: el libre albedrío.
Cuando abusamos de ese libre albedrío y elegimos seguir nuestro propio camino en lugar del indicado por nuestro Creador (Génesis 3:6), escogemos el camino de la muerte en vez del de la vida. La creación abundante y armoniosa que, en principio, latía con la hermosa bendición de la vida se convierte en una creación disminuida, dividida y dañada que ahora sufre y gime con la horrible maldición de la muerte (Génesis 3:10-19; Romanos 8:19-22). Dios nos expulsa del jardín (Génesis 3:23-24). El cielo y la tierra ya no están unidos.
Sin embargo, el Creador no abandona su muy buena creación. La Biblia es el relato de la misión de Dios para restaurar la creación, para restaurarnos a nosotros (los creados a la imagen del Creador), para restaurar su relación y su morada entre nosotros (uniendo el cielo y la tierra) y, de esa manera, para cumplir el propósito definitivo que tiene con la creación (Mateo 19:28; Hechos 3:21; Romanos 8:18, 21, 23-24; 1 Corintios 15:51-55; Isaías 65:17-25; Apocalipsis 21:1-5).
¿Qué tiene que ver todo esto con el hecho de que la decadencia del otoño se manifiesta con un magnífico despliegue multicolor? ¿Qué tiene que ver esto con la conexión entre la belleza y la muerte? Bien, la misión de Dios con la restauración tiene sentido. Pero el método de Dios, no tanto; al menos, no para nosotros. Aunque Dios es todopoderoso, a menudo elige cumplir su bella misión y renunciar al poder, usar la auto restricción, adoptar la pequeñez, abrazar el sacrificio, el servicio, la debilidad e incluso la muerte: un método extraño para nuestro Dios todopoderoso. Hay muchos ejemplos a lo largo de la Biblia; pero los que hallo más llamativos se ven en Jesús de Nazaret, la revelación de Dios más clara que tenemos. El propio hecho de que Jesús sea Dios —que permanezca como tal—, y que nazca como humano para cumplir su misión es un ejemplo impresionante de ese método (Juan 1:14, 18). Luego Jesús instruye a sus seguidores, a nosotros, con su técnica: “Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará” (Lucas 9:23-24). En otras palabras, para salvar tu vida (algo hermoso), debes perder esa vida (con la muerte). Por supuesto, la propia y tortuosa muerte de Jesús y su subsecuente resurrección inau- guran la hermosa nueva creación y la posibilidad de una grata vida nueva ahora para todos los que se alejan del pecado y se vuelven a Jesús para seguirlo.
Lo bello de las hojas otoñales en camino a su muerte puede recordarnos lo hermoso de la muerte a uno mismo, la belleza del servicio y el sacrificio, que es la manera en que los seguidores de Jesús vivimos en nuestro mundo tan necesitado… como Jesús, mostrando el amor de Dios. Tomar ese rumbo brinda la vida más bella y floreciente imaginable, para cada uno de nosotros como individuos y para nuestra comunidad de fe, el Ejército de Salvación. A eso se le podría decir: nueva vida, después del otoño mortal.
Y en cuanto a esas hojas bellas, espero disfrutar de su belleza en el cielo y la tierra restaurados, ya no en camino a la muerte. Quizás estén entre las hojas del árbol de la vida que son para la sanidad de las naciones… (Apocalipsis 22:2).