Al rescate de nuestras familias
Escrito por la Mayora Janet González
Un cantante cristiano, hace algunos años, incluyó en su repertorio una canción que hablaba de la familia como una “especie en peligro”. En ella, el cantor hacía referencia a la violencia en los hogares: hijos contra padres, padres contra hijos, abuso infantil, etc. Hoy, tristemente, el deterioro familiar continúa. Si das un simple vistazo a las noticias diarias, sin duda encontrarás reportajes sobre esta crisis social.
Vemos el peligro que enfrentan las familias ante la proliferación de hogares divorciados con padres ausentes; la realidad de hogares con madres y padres solteros que sacrifican el tiempo de calidad en familia por los horarios laborales que garanticen el sustento. Los hogares fantasmas, esos en los que los hijos se “crían solos” porque los adultos están ocupados en sus cosas; esos en los que la cena consiste en una comida rápida de restaurante y no existe el tiempo diario a la mesa para compartir lo acontecido en el día… familias que están a punto de perecer y que necesitan ser rescatadas.
El término “rescate”, por definición, es “el acto de liberar de un daño o peligro, o recobrar por precio o por fuerza lo que el enemigo ha tomado”. Eso es precisamente lo que Jesús nos ofrece a todos. El secularismo ha querido sacar la religiosidad del diario vivir de la sociedad pero no toma en cuenta que el remedio a nuestra decadencia social no tiene que ver con religión, sino con una relación personal con Dios a través de Jesús, que vino para dar su vida en rescate por la humanidad (1 Timoteo 2:6).
Sin embargo, hablamos de un rescate voluntario, no forzado. Necesitas abrir tu corazón a la fuente de toda verdad, esperanza y paz que es Jesús. Ese acto de valentía para salvar tu vida y la de tu familia es contrario a la narrativa secular pero, con ello, abrirás la puerta para recibir los beneficios del rescate de Jesús a tu favor. Siendo Él inocente, compró nuestra libertad y nuestra salvación —con su vida— en la cruz del Calvario. Eso es lo que recordamos y celebramos durante la Semana Santa. Jesús es el único que nos rescata del pecado y de la muerte perpetua. ¡Ese es el triunfo que celebramos con Su resurrección!
¿Qué puedes hacer para aliviar la crisis familiar actual? ¡Comienza en casa! Los sociólogos afirman que la base de una sociedad saludable se encuentra en la familia.
Rescata tu hogar de posibles elementos dañinos. Nútrete en tu comunidad de fe. La familia rescatada por Cristo es transformada de adentro para afuera, cambiando el perjudicial rumbo actual por una nueva realidad en la que hay gozo, paz, estructuras y diálogos saludables. Ese es el rescate que puede salvar a nuestras familias.
He aquí algunos consejos para rescatar a tu familia: participa en la vida diaria de tu familia, así tengas que reajustar tus rutinas y tus labores. Reconoce que la responsabilidad con tus hijos no es solamente financiera, sino que además debes ser guía y ejemplo espiritual de la familia. Promueve un ambiente de cooperación y diversión en casa, en vez de sumirse cada uno en su mundo… ¡Exploren la cocina juntos! Tal vez te sorprendan las destrezas culinarias que posees o las que tienen tus hijos y, de paso, economizan al gastar menos comiendo afuera. Contrarresta los efectos nocivos de tantas horas con el celular, las tabletas y la televisión; para ello establece un tiempo para que todos se desconecten de los aparatos y se sienten juntos a cenar y conversar… ¡los jóvenes anhelan que los escuchen! Dedica una noche para tener juegos de mesa, de modo que encuentren momentos para reír y conectarse. Enseña a tus hijos a ser responsables, asignándoles tareas a realizar dentro del hogar. Así aprenderán a ser mejores mayordomos de todo lo que tienen y, a los adultos, les sobrará tiempo para sentarse a compartir con los chicos.
En el aspecto espiritual, invierte tiempo para orar con tus hijos y servir juntos en tu comunidad. Que ellos vean en ti el anhelo de querer conocer más del amor de Dios, de manera que deseen seguir tu ejemplo. Enseña a los chicos a dar a los necesitados. Ofrece tiempo voluntario en tu comunidad, ya sea en programas juveniles —si les gustan los deportes— o en programas de alimentación, o en hogares de envejecientes, haciendo manualidades o leyéndoles a los que ya no pueden leer…
En el hogar rescatado, la presión material no se impone a la búsqueda espiritual, sino que da lo primero de todo a Dios. Fomenta en los chicos el valor de dar a otros de sus recursos, auspiciando familias o niños durante la temporada navideña. Nútranse de padres y madres espirituales de su comunidad de fe que les ayuden a todos a crecer espiritualmente para que más adelante ustedes puedan hacer lo mismo con los nuevos en la fe.
Un hogar rescatado puede, a su vez, contagiar positivamente a otras personas y otros hogares en su comunidad. Los adultos aprenden a invertir no solamente en sus hijos sino también en los amigos de sus hijos, convirtiéndose en sus mentores. Esa es la buena influencia que puede cambiar el rumbo presente y futuro de muchos jóvenes. Como pastora, les puedo dar fe de lo poderoso que eso es. Lo veo semana tras semana cuando recibimos a docenas de jóvenes de la comunidad con quienes hacemos deporte, o preparamos postres, y nos sentamos a escuchar lo que hacen. Tenemos en nuestras manos la oportunidad de cambiar para enseñarles a la generación joven una forma de vida más excelente que los llevará a aspirar horizontes más amplios, a tener sueños más saludables y a dar de sí mismos para el bien de los demás.
Concluyo esta conversación escrita, parafraseando otra canción. Tal vez hayas tratado muchas cosas, decide hoy probar a Cristo. Él es el amigo fiel que estará contigo hasta el final… El propio Señor te dará la sabiduría para reconstruir tu casa sobre la roca de la fe. ¡Déjate rescatar por Cristo y eleva tu familia a nuevas alturas de restauración y bendición!