Presentación de los Comisionados Ralph y Susan Bukiewicz
Conozca a nuestros líderes territoriales y su adaptación a sus nuevas posiciones.
El Comisionado Ralph Bukiewicz, Comandante Territorial del Territorio Este del Ejército de Salvación, conversa acerca de la manera en que su experiencia —como ojos de sus padres ciegos— lo capacitó para ser un líder visionario; además, cómo —el hecho de servir alrededor del mundo— cambió su perspectiva y la razón de su ímpetu por la misión de equipar a las personas con la Palabra de Dios.
Nací en una familia en la que mis dos padres eran ciegos. Dondequiera que iban, la responsabilidad de mi hermana y la mía era comunicarnos por ellos. En mi niñez, no tenía certeza de cómo hacer eso, puesto que se requería que yo describiera las cosas de manera visual. Eso me ayudó a entender que la definición del ministerio es comunicar mensajes al mundo por medio de los ojos espirituales. Los líderes ministeriales le describen a la gente lo indescriptible articulando lo que es difícil expresar con palabras. Por eso tratan de modelarlo. Ahora entiendo que Dios, que lo redime todo, en realidad me estaba preparando para una vida en el ministerio.
Fui asignado como Oficial público de información a Nueva York tras los ataques del 11 de septiembre de 2001. En ese tiempo estaba sirviendo en Flint, Michigan, pero me sentí muy honrado al recibir la oportunidad de coordinar con las estaciones noticiosas y las redes nacionales que trascendían divisiones y territorios. Recuerdo cuando regresaba todas las noches a donde los oficiales se estaban hospedando, que estregaba el uniforme para sacarle el lodo y la tierra a fin de que estuviese limpio para el día siguiente. Pude haber vestido las camisetas, los chalecos o la chaqueta de los Servicios de Emergencia por Desastres para ir a trabajar, pero sentía la necesidad de vestir el uniforme del Ejército de Salvación. No se trataba de mí, sino de lo que yo representaba.
Luego de haber servido en 32 países, a Susan y a mí, nos gusta decir que fuimos “arruinados de la manera más maravillosa”. Lo que queremos decir es que nuestras sensibilidades, valores y maneras en que hacemos las cosas a lo occidental, no siempre encajan con el lugar donde nos encontremos. En las situaciones desesperadas, no siempre se cuenta con los recursos ni con una colaboración efectiva. Sin embargo, es ahí donde hemos visto la fortaleza del espíritu humano y el ingenio del pueblo de Dios. Hemos visto la provisión, en la que los panes y los peces son multiplicados repetidas veces. Eso nos ha dado una perspectiva única de lo que Dios quiere hacer en los corazones y las vidas de su pueblo a través de sus experiencias. Eso es emocionante y a eso es que nos referimos cuando decimos “la manera más maravillosa”.
El corazón de nuestro llamado, ministerio y misión es el crecimiento de nuestra relación con Cristo. Servimos en unos tiempos en los que la cultura controla la narrativa, las diferencias resultan en división y la búsqueda de significado lleva tanto a ignorar al único recurso de la verdad como a rechazar la única esperanza de redención. Nos apasiona ver al pueblo de Dios discipulado y equipado con Su Palabra, comprendiendo cómo habla Dios acerca de las necesidades más profundas de ellos, ya sea en circunstancias de sufrimiento personal, relaciones destruidas, situaciones imposibles o conflicto franco.
Nos honra servir con aquellos que poseen una rica herencia, gran experiencia y pasión por nuestra misión. Nos uniremos a los guerreros de oración que tocan el corazón de Dios cada día. Apoyaremos la obra de los soldados compasivos que están sirviendo y sacrificándose por los prójimos que sufren. Mantendremos el paso con la juventud entusiasta que descubre cómo se está moviendo Dios en sus vidas, sus hogares y en su futuro. Y también celebraremos cómo nos está transformando, a diario, a su semejanza. Estamos ansiosos de ver lo que Dios hará mientras permanezcamos en Su Palabra y ayudemos a encender un amor más profundo por él, por Su palabra y por Su pueblo.
La Comisionada Susan Bukiewicz, Presidenta Territorial de los Ministerios Femeninos y líder territorial para el desarrollo de Oficiales del Ejército de Salvación del Este de Estados Unidos, habla sobre por qué ministrar en Europa Oriental la ayudó a ver el sacrificio de Jesús con nuevos ojos, a cumplir la responsabilidad que tuvieron con la construcción de los Centros Comunitarios Ray y Joan Kroc y a ver que sus padres son una representación especial de la misión del Ejército.
Mi madre, Alberta, conoció al Ejército de Salvación por dos chicas del Cuerpo Rockford Citadel en Illinois. Eran amigas de la secundaria y la invitaron a participar en las Niñas Guardias. Ella se convirtió en soldado y, al cabo del tiempo, en Oficial soltera en Detroit. Entre tanto mi padre John Cunard, se había enlistado en las Fuerzas Navales a los 17 años y regresó con una terrible adicción al alcohol. El capitán del Centro Harbor Light, en Detroit, lo encontró desmayado en una cuneta de un barrio pobre. Con alguna ayuda, arrastró a mi padre a Harbor Light, donde fue salvo. Al crecer en la fe, decidió que quería retribuir con algo al Ejército de Salvación. Vio un anuncio en una pizarra en el que se solicitaba a alguien que condujera el autobús de la Escuela Dominical de un Cuerpo local. Cuando fue a ofrecer sus servicios, una hermosa teniente—en su quinto año de Oficialato—abrió la puerta. Inmediatamente, mi padre —John— se enamoró de ella, con el tiempo asistió al entrenamiento para oficiales y se casó con Alberta. Mi madre y mi padre representaban dos características únicas del Ejército de Salvación: los que sirven a la misión y los que fueron salvos por ella.
Mis padres nos animaban mucho a mis cuatro hermanas y a mí. No nos hablaban del Oficialato, pero insistían en la importancia de hacer lo que Dios nos había llamado a hacer, se tratara de médicas, banqueras o trabajadoras sociales. Desde temprana edad supe que el plan de Dios para mi vida era que le sirviera en el Ejército de Salvación. Al principio, quise ser diferente y seguir mi propio camino, pero cuando me di cuenta de que no podía esperar que el día de trabajo concluyera para ir a ayudar al Cuerpo, fue como si se encendiera una luz en mi mente y en mi corazón. Era en mi Cuerpo donde sentía el mayor gozo. Fue entonces que mi llamado se aclaró. Mis cuatro hermanas y yo tuvimos distintas experiencias en cuanto a escuchar y comprender el llamado de Dios. Pero todas descubrimos que el Oficialato era el escenario idóneo para que cada una de nosotras fuéramos el pan partido y el vino derramado de Cristo en este mundo. Mis padres mostraron la nobleza y la gracia del Oficialato. Ah, cómo he querido imitar eso en mi servicio.
Ralph y yo hemos vivido momentos en los que los cielos se han abierto y hemos podido impactar vidas directamente. Una de esas ocasiones fue cuando fuimos nombrados secretarios de Relaciones Comunitarias y de Desarrollo en el Territorio Central, justo en el momento en que el Ejército de Salvación recibió una donación para edificar los Centros Comunitarios Kroc, de la familia Kroc. Nuestro Comandante Territorial nos pidió que desarrolláramos un mecanismo para abrir esos centros con la instrucción de que fueran lugares para ministrar. Sabíamos que cualquier cosa que surgiera de esa donación sería ciento por ciento de Dios y cero de Ralph y Susan. Fue una jornada en la que descubrimos destrezas que no sabíamos que teníamos.
Siempre hemos estado comprometidos con los Esfuerzos Misioneros, sin embargo, el concepto de que Jesús murió por el mundo entero se hizo realidad para mí en Moldavia. Allí hablé en un campamento de damas y me alegró ver que ellas habían creado un pequeño “negocio”. Un grupo recortaba cabello en la aldea y otro cosía. Lo que más me bendijo fue saber que todo el dinero que recaudaron era para los Esfuerzos Misioneros. Esas mujeres eran tanto receptoras como proveedoras de nuestra ayuda. Me recordó la asociación de mi padre y mi madre. Y la de Ralph y yo. Él fue receptor de los servicios del Ejército de Salvación y mi familia suministró los servicios. Nos llamamos creyentes globales. Como Salvacionistas tenemos la responsabilidad y los recursos para servir a la población mundial y hacerlo de la mejor manera posible.
Siento tranquilidad en mi espíritu al llegar al Territorio Este. No es solo un lugar para vivir, este es un hogar espiritual con gente a la cual ministrar, a la cual amar. Nuestro nombramiento aquí nos tomó por sorpresa, pero Ralph y Susan estamos en las manos de Dios. Confiamos en Su amor, que no nos abandonará, y nos apoyamos en la Palabra de Dios. Queremos, más que nada, que Jesús y su misión sean reconocidos. Estamos listos para acompañar a los que están ministrando y sirviendo, uniendo nuestras manos y corazones para hacer avanzar esta misión.