El impacto del padre involucrado
Escrito por el Capitán Josué Alarcón
A la edad de dieciséis años, tuve la oportunidad de obtener mi licencia de conducir estudiantil. Fue un proceso que desarrollé con mucho entusiasmo. Dejaba a un lado la fiel bicicleta de la niñez y la adolescencia, para unirme al mundo de “los grandes” como chofer “oficial”, aunque ligado temporeramente a la supervisión de un conductor adulto, mi papá. Por años, mi responsabilidad fue estudiar el mapa de rutas el día anterior a un viaje familiar. Con un bolígrafo de tinta roja, trazaba la mejor ruta, tomando en cuenta las sugerencias de mi padre. Durante la travesía, mantenía el mapa listo para responder la esperada pregunta de mi padre: ¿Cuál es la próxima salida? ¿A qué distancia estamos del destino?
Ahora que pienso en eso, observo que eran momentos muy hermosos. Quizás mi padre ya conocía la información, se sabía la ruta o las respuestas a las preguntas pero —para mí— poder ayudarlo con tal responsabilidad significaba interactuar dentro de una conexión relacional muy especial con él. El día que tuve que manejar acompañado por él en función de copiloto, su instrucción fue muy clara, y su consejo muy sabio: “Tiempo y gasolina… tiempo y gasolina hijo”. Entendí el mensaje, tenía que respetar el tiempo detrás del volante, asumiendo la responsabilidad de salvaguardar la integridad de aquellos que estaban dentro del vehículo. Tenía que respetar las leyes del tránsito, estando siempre alerta a las conductas y las decisiones de los demás conductores. Por último, tenía que respetar los recursos que nos permitían el paseo: el vehículo y la gasolina.
La presencia de un padre involucrado en el ámbito familiar es extremadamente positiva, ya que facilita el desarrollo de relaciones interpersonales saludables dentro y fuera de la familia. Durante el periodo de embarazo, la madre es más propensa a recibir cuidado prenatal debido a la presencia de un padre involucrado. Las madres son menos proclives a fumar durante el periodo de embarazo, la probabilidad de un parto seguro es más alto, y el riesgo de que experimenten depresión postparto es más bajo. Sin embargo, en caso de que lo experimenten, es bueno saber que la presencia del padre actúa como una red de apoyo. De igual forma, durante el periodo de crianza de los niños, la presencia de un padre involucrado fortalece el bienestar de los hijos.
No podemos ignorar el hecho de que existe una crisis en Estados Unidos producida por la ausencia del padre en la familia. 17.8 millones de niños, 1 de cada 4, crecen sin la presencia de su padre biológico, padrastro o padre adoptivo en el hogar. Cuando un niño es criado en hogares donde el padre está ausente, hay mayor riesgo de experimentar índices de pobreza elevados. Los chicos son más propensos a desarrollar problemas de comportamiento y existe una probabilidad mayor de que sufran prisión. Lamentablemente, estos niños son más propensos a experimentar abuso y crianza negligente en el hogar, lo cual lleva a un mayor riesgo de sufrir mortalidad infantil, abuso de alcohol y drogas, obesidad, además de abandonar los estudios.
El tiempo que le damos a la familia como padres implica invertir en el bienestar de la sociedad, tanto la del presente como la del futuro. El sacerdocio del padre en la familia es algo que tomamos con mucha seriedad porque es algo santo. Como padres, tenemos la hermosa oportunidad de proveer a nuestras familias una representación del amor de Dios, ejemplificar lo que significa la gracia de Dios a través de nuestras palabras y acciones, e intervenir en momentos en los que la corrección y la misericordia dirigen a nuestros hijos a buscar el rostro de Jesús.
Como esposos, nuestra responsabilidad es amar a nuestras esposas como Cristo amó a su Iglesia, mostrando un compromiso relacional que busque el bienestar emocional, físico, mental y espiritual de nuestra “ayuda idónea”. Estos elementos del ministerio varonil en la familia solamente se pueden cumplir cuando nuestro compromiso con Cristo es único y completo. El amor y la misericordia de Dios en el padre permiten que pueda ejercer este sacerdocio santo con su familia.
Los padres no somos perfectos, nos equivocamos y muchas veces sufrimos en silencio los pesares de la vida, intentando proteger a aquellos que amamos incondicionalmente. Querido padre, hoy te recuerdo que Cristo te comprende, el Espíritu de Dios te escucha y te consuela, NO ESTÁS SOLO. Como iglesia, tenemos la responsabilidad de apoyar a la familia: la madre, los hijos y el padre.
Si hoy, estimado padre, sientes que tus esfuerzos no dan resultado o te sientes incapaz de cumplir con la responsabilidad, Cristo es suficiente para tu vida. No te desanimes. Si necesitas dialogar, busca ayuda; la salud mental, emocional, física y espiritual son importantes para tu desempeño como padre. Conversa con tu Oficial directivo, no sufras en silencio y, sobre todo, ¡busca el rostro de Cristo Jesús!
Mi padre no se puso nervioso cuando, por primera vez, estuve detrás del volante. Me había dedicado tiempo, me había dado instrucción, corrección y, sobre todo, me inspiró confianza. Recuerdo que conversamos mucho durante ese viaje. Creo que disfrutó ver que su hijo experimentaba una nueva etapa de madurez.
Estimado padre que lees estas palabras, quizás no puedas darles todas las cosas materiales que desearías a tus hijos y a tu esposa, pero lo mejor que puedes entregar a tu familia es tu tiempo. Inviértelo al máximo, ama a los tuyos, cría a tus hijos en el conocimiento de Cristo Jesús, ama a tu esposa como Cristo amó a su Iglesia y consagra tu vida a Cristo sin recelos.