Compasión en un mundo empobrecido

Por Joanna Polarek


La palabra compasión, según el diccionario Merriam-Webster, es la “conciencia comprensiva de la angustia de los demás junto con el deseo de aliviarla”. En otras palabras, tener compasión es cuando usted siente la carga de otra persona y su reacción es querer ayudarla a aliviarla.  

La respuesta deliberada a un sentimiento es parte del proceso humano de reaccionar a nuestro entorno, pero hay momentos en los que no estamos seguros del siguiente paso a dar. ¿Se identifica con eso? Sentir compasión por nuestras comunidades, estados, países y el mundo puede ser influenciado por cómo estamos conectados con la angustia de los demás. Podemos desensibilizarnos cuando la carga no se relaciona directamente con nosotros. Por ejemplo, los informes noticiosos locales o internacionales destacan el sufrimiento diario que enfrentan las personas. Además de las guerras, la discriminación racial o religiosa, la pobreza y muchos otros conflictos a los que nos enfrentamos a nivel local y global. 

Podemos sentir simpatía por las personas, cuando eso ocurre el siguiente paso para ayudar a aliviar su angustia es la compasión. Jesús mostró compasión usualmente. Gálatas 5:14 dice: “En efecto, toda la ley se resume en un solo mandamiento: Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Este versículo comparte la sabiduría por la que debemos vivir y define la compasión.  

Una parábola familiar contada por Jesús en Lucas 10:25-37, se relaciona precisamente con las diferencias entre compasión e indiferencia. Un hombre es golpeado por unos ladrones, es despojado de su ropa y dejado a un lado del camino supuestamente muerto. Momentos después, algunas personas pasan al lado del hombre. Sabemos que lo vieron porque la parábola nos dice que no querían acercársele y pasaban dándole un rodeo.  

Esos hombres no mostraron compasión por el que estaba abandonado a la orilla del camino. Tal vez sintieron pesar por el individuo, pero no tuvieron ningún deseo de aliviar su angustia ni de brindarle ayuda. Entonces, pasó un tercer hombre por ese mismo sendero y se encontró con el individuo que yacía postrado allí.  

Ese tercer hombre sintió compasión. Sabemos eso porque a medida que la historia avanza, nos enteramos de que le proporcionó primeros auxilios, lo llevó a una posada, pagó la estadía y dejó pagados los gastos adicionales en los que incurriera.  

¿Se siente identificado con los hombres que pasaban y lo menospreciaban o con el hombre que se detuvo a ayudarlo? ¿O tal vez con el propio tipo que fue golpeado y dejado al lado de la carretera? Aunque no sea físicamente, ¿está en una temporada en la que se siente derrotado, débil e impotente? O tal vez ha visto a alguien necesitado en su comunidad, iglesia o familia, pero ignora cómo dar el siguiente paso para ayudarle, por lo que desconoce a la persona o a la situación por completo.  

No hay que sentir vergüenza. Este es un espacio y una oportunidad para reconocer que hay formas de conectarse con las personas y mostrar compasión por ellas. Dentro de su esfera de influencia, ¿hay alguien que necesite una palabra alentadora, que lo lleven a la iglesia o lo recojan cuando finalice el servicio o una familia que podría necesitar comida? 

Su respuesta puede ser pequeña, pero la compasión que exprese por alguien puede cambiar una vida. ¿Siente que le abruma el deseo de ayudar porque no sabe por dónde empezar? Entonces comience orando al respecto. Tenga una conversación sencilla con Dios y pregúntele cómo puede servir mejor y mostrar compasión. 

“Señor, mi corazón siente dolor por la situación que tengo ante mí. Tu compasión es mucho mayor de lo que jamás podré imaginar. Ayúdame a amar a los demás con tanta abundancia como tú lo haces. Quiero ayudar, pero no sé con certeza cómo hacerlo. Por favor, guíame con tu sabiduría, tu poder y tu amor para avanzar en este proceso. Amén”.